¿Qué son catorce años comparados con toda una vida? Pues nada, o mucho…
Hoy hace catorce años llegaba a Madrid con un equipaje lleno de sueños, en un viaje solo de ida y que me llevó a vivir la gran aventura de mi vida y a saber que, hasta entonces, solo había sido una especie de niño que buscaba desesperadamente un camino, un lugar en el mundo. A día de hoy sigo caminando, pero gracias a esta ciudad, ya sé cuál es mi lugar.
Fue una época que ahora recuerdo muy lejana, pero que a la vez la recuerdo muy bien. Sobre todo algo que se me quedó grabado para siempre fue, al llegar a esta ciudad tan ruidosa, el silencio que de repente cubrió mi vida. Un silencio ensordecedor que me golpeaba, me gritaba y me recordaba lo solo que estaba. Más solo de lo que había estado en mi vida.
Pese a eso, pese a las penurias, a los contratiempos, a no saber si al mes siguiente podría comer o, incluso a la semana siguiente, nunca, jamás, se me pasó por la cabeza volver o darme por vencido. Las lágrimas las viví solo y creo que nadie me oyó jamás quejarme. Me lo tragué a solas, en ese ático de veinticinco metros cuadrados y techo abuhardillado lleno de bichos, con las ventanas rotas y un sofá que hacía de cama. Una de las experiencias más dolorosas de mi vida y, a la vez, de las que más he aprendido.
Ese aterrizaje en Madrid me enseñó una gran lección. La primera, y más importante, lo fuerte que soy y lo que soy capaz de soportar para lograr un objetivo. Las segunda, que ahí fuera hay gente muy mala y sin escrúpulos capaz de aprovecharse de ti o de hacerte daño en su propio beneficio. La tercera es que también hay gente buena. Solo hay que saber diferenciar al lobo con piel de cordero y al verdadero cordero. Eso solo se aprende con experiencia.
Soy una persona muy diferente a como era entonces. Quiero pensar que soy mejor, que he aprendido a ser la persona que merezco ser. He tropezado, me he equivocado de formas que jamás dejaré de arrepentirme, pero de todo eso he aprendido y hay errores que no he vuelto a cometer.
Podría escribir un libro con todo eso (de hecho lo estoy preparando) y todo el mundo pensaría que sería la ficción más retorcida y rocambolesca que se me podía ocurrir.
Aquí me he hecho una vida, la mía, y ahora soy yo mismo y no lo que los demás pretendían que fuera. Toda la vida han intentado cambiarme para vivir su vida en vez de la mía, y yo no quería eso. Madrid jamás me ha pedido cambiar. Madrid me ha aceptado como soy. Madrid me trajo al wiccano y ahí descubrí que todo lo vivido con anterioridad no tenía importancia, porque estaba empezando a vivir de verdad, y que no debía lamentar nada de lo ocurrido antes, ni lo bueno ni lo malo, porque cada cosa que he vivido, que he hecho y que me han obligado a vivir, me ha llevado hasta aquí y, solo por eso, merece la pena haber pasado por ello.
Gracias por acogerme, Madrid y, solo una cosa: ¿Podrías ponerme las cosas, algunas veces, un poco más fáciles? Gracias.