Se cumplen tres meses de la última tanda de mails a editoriales que envié con mis últimos manuscritos. Sí, en plural, porque son cinco los que tengo llamando a puertas que ni siquiera se abren para ver qué es lo que ofrezco. Vamos, el cuento de siempre, solo que cada vez es peor.
De todos esos mails, que calculo que habrán sido entre veinte y treinta, solo he recibido respuesta de cuatro, y dos de ellos han sido para decir que no. Así es como están las cosas y el currículum no sirve de nada en época de influencers. De todas formas es pronto, ya que los tiempos editoriales de respuesta son de unos seis meses de media, cosa que nunca he entendido, pero bueno.
Hoy mismo estoy llegando a las treinta y dos mil palabras escritas de mi nueva novela y estoy convencido de que está siendo el resultado de todos estos años de escritura y aprendizaje. Es una pena porque, si la cosa sigue así, me temo que servirá de poco.
No es solo que esté desmotivado, ya que llevo así años, sino que ahora soy más realista y no me hago las ilusiones de antes que siempre acababan con un tortazo en la cara sin manos, un golpe de realidad.
Sí, la novela que estoy escribiendo puede convertirse, de lejos, en mi mejor obra. Estoy poniendo mucho de mí, todos mis sentimientos y todo mi cuidado. Es la primera vez que escribo una historia sin un protagonista central con quien todo gira alrededor. Esta vez son cinco los personajes centrales y eso también está haciendo que la novela esté mucho más enriquecida. Hasta ahora casi todas mis historias estaban centradas en un solo protagonista, pero me apetecía que fuera diferente. Cinco protagonistas que viven juntos (porque son familia) y que cada uno tiene su propia historia. La escritura está siendo apasionante y es esto con lo que me tengo que quedar, con disfrutar del proceso de escritura. Como siempre he dicho, lo demás ya no está en mi mano. Lo único que puedo hacer es seguir escribiendo.