En los tiempos que corren, uno no puede librarse de las cosas que no quiere ver. Con las redes sociales lo tienes todo delante de una forma inevitable.
Este año no quería ni ir a la Feria del Libro de Madrid ni ver nada de información (porque sabía que me iba a afectar), pero ahí están las redes sociales para recordártelo todo, con fotos, ilusiones y triunfos de los que van, recordándote no solo que tú este año no vas, porque al final no es tan importante, sino que este hecho es un símbolo de cómo están las cosas.
La verdad es que estoy bastante decaído y desilusionado. Tengo la sensación de que, después de muchos años luchando, preparándome y escribiendo cada vez mejor, mi carrera literaria está acabada cuando no había acabado de despegar aún. Por mucho que el año pasado salieran dos novelas nuevas, si entrase en detalles cualquiera entendería que eso y que no haya salido nada ha sido lo mismo. Lo anterior fue hace dos años y en una publicación solo digital, con cero promoción, que solo mueve el algoritmo de Amazon. Por mucho que la sacara un gran sello editorial, eso y nada también es lo mismo. Nos tenemos que remontar a dos mil veinte cuando salió mi última novela que tuvo un poco de tratamiento literario real, y tampoco fue tanto, porque no hizo nada de ruido. Lo último mínimamente decente que me han sacado, en cuanto a lanzamiento, algo de promoción y presencia en librerías, fue “Piensa en mañana”, y esa novela es de ¡2017!
Lo que digo, una carrera literaria muerta, sin expectativas de que reviva, porque no me llueven las ofertas editoriales precisamente, en un tiempo en que estoy escribiendo mis mejores trabajos y que esos trabajos los tengo guardados sin que nadie los pueda leer porque ninguna editorial me da la oportunidad de que salgan publicadas.
Lo sé, cada vez soy más pesimista hablando de mis libros, pero es como me siento ahora mismo.