Vuelvo a estar un poco desmotivado con la escritura. Sí, otra vez. Son varios los motivos por los que llevo unas dos semanas sin escribir nada de la nueva novela.
El primero es la música. La salida del nuevo single, pensar en los preparativos del nuevo álbum… Eso siempre me hace estar con la cabeza puesta en música, música, música y darle prioridad.
El segundo es que sigue sin pasar nada. De todos los mails esperanzadores enviados a principios de mayo a editoriales importantes que abrían temporalmente la recepción de manuscritos y la esperanza de, por fin, poder entrar en una de ellas, solo una ha respondido para decir que no. Lo de siempre. Esto me hace desmotivarme bastante, la verdad, porque veo que la historia se va repitiendo, que el tiempo sigue pasando y, como he dicho, no pasa nada.
El tercero es la desastrosa publicación de “Me llamo Anabel”. Los lectores que hicieron las reservas hace nueve meses siguen sin recibir sus libros en su casa, pese a que los firmé hace semana y media y la editorial los recibió enseguida. Todo ha ido mal desde el principio y mucho me temo que esta novela, que tanto me gusta, va a ser mi trabajo que más desapercibido pase de todos, a no ser que cambien mucho las cosas. ¿Superará el fracaso que en su día supuso “Cartas a un soñador”? Tiene todas las papeletas.
El cuarto es la incertidumbre (otra vez) de si la nueva novela a a salir o no en la feria, porque llevo más de una semana intentando contactar con la editorial y no tengo respuesta, por lo que no sé qué va a ocurrir al final.
Quiero seguir escribiendo. El problema es que no me apetece. Volveré a recobrar la ilusión. Siempre lo hago. No lo puedo evitar.