Entrevista a Juan Luis Marín


Parece que fue ayer cuando Juan Luis Marín publicaba su primera novela y ya tenemos en librerías la cuarta, “El suicida impertinente”, publicada por Versátil. Curtido en la novela negra, este nuevo trabajo da una vuelta de tuerca. ¿Qué pasa si alguien que decide suicidarse lo hace llevándose a todos por delante? Me explico. El protagonista decide quitarse la vida, pero antes traza un plan para que aquellos que lo trataron mal en algún momento, se cobren su venganza, haciéndoles llegar notas comprometedoras y chantajistas.
Con una escritura rasgadora, muy pulp, directa y que a veces te golpea, Juan Luis Marín nos ofrece una interesantísima novela para los amantes del buen thriller.

JAVIER HERCE: Tu lenguaje es muy crudo y directo y eso les da un aspecto aún más negro a tus novelas. ¿Es algo en lo que tú has trabajado, o te sale de forma natural?
JUAN LUIS MARÍN: A veces de forma demasiado natural. Tanto que no solo lo hago cuando escribo, también cuando hablo. Y no todas las personas, ni muchísimo menos en todas las circunstancias, agradecen una buena dosis de sinceridad. Que para mí es lo mismo que ser crudo y directo. Y que siempre he intentado hacer, tanto en la vida como en mis novelas. Al fin y al cabo se trata de ser honesto conmigo mismo. Y con mis personajes. Unas veces a través de sus palabras. Otras, de sus actos. O precisamente mediante la ausencia de lo uno o lo otro. Porque en ocasiones no hay nada más devastador que permanecer en silencio o de brazos cruzados. Me gusta llamar a las cosas por su nombre, porque eso es lo que espero de los demás. Y es precisamente la decepción al comprobar la apabullante deshonestidad de la mayoría lo que me ha llevado a devolver esa bofetada con mis novelas. Luego está el uso de aquello que de niños llamábamos “palabrotas”, pasaron a ser “tacos” y finalmente incorporamos a nuestro vocabulario “solo” para ciertas ocasiones. Y esto germinó en mí cuando, con seis o siete años, le pedí permiso a mi madre para que uno de mis personajes mandara a “hacer puñetas” a otro. Solo intento que mis personajes hablen cómo les corresponde. Y sé que hay a quien le ofende. Pero ni voy a hacerles hablar como lo que no son, ni voy a dejar de llamar a las cosas por su nombre para intentar agradar a todo el mundo. Aunque en ocasiones, como con “El suicida impertinente”, también tengan cabida el sentido del humor y ciertas dosis de comedia. No hay mayor satisfacción que dar de bofetadas al lector mientras se ríe. Porque en algún momento dejará de reír. Y entonces le va a doler. Vaya si le va a doler.

JH: ¿En qué te inspiras para escribir esta clase de novelas?
JLM: Sentimientos, miedos, frustraciones, fobias… Y, sobre todo, el lado oscuro del ser humano. Que está en todas partes. Y al alcance de todos. Basta con ver las noticias o leer el periódico. Intento ponerme en la piel de quien se deja llevar por ese Hyde que todos llevamos dentro. Y me pregunto qué sería necesario para qué yo también lo hiciera. Esto viene de un ejercicio de mis tiempos de estudiante de arte dramático. Elegíamos algo que estábamos plenamente convencidos que nunca seríamos capaces de hacer, desde robar a tu familia a casarte por dinero, ser consumidor habitual de cocaína… o suicidarte. Y después te plantabas en el escenario y explicabas cómo ocurrió. No hay mejor inspiración que imaginar un acontecimiento real y pensar “no me gustaría verme en una de estas”. Y que no sientas tanto miedo del acontecimiento en sí como al modo en que podrías reaccionar. Porque no hay nada más crudo, directo y honesto que tener miedo de uno mismo. No hay nada más sincero que aceptar que para todos nosotros existe una delgada línea roja que corremos el riesgo de cruzar en algún momento.

JH: Reconocerás que el argumento de “El suicida impertinente” es muy retorcido. Eso hace que quieras leer la novela, porque uno quiere saber cómo puede ocurrir eso de recibir indicaciones de una persona que ya está muerta. ¿Cómo se te ocurrió semejante historia?
JLM: No creo ser el único que alguna vez ha imaginado su propio entierro. Quién iría y quién no, quién lloraría, diría unas palabras o bajaría la mirada al suelo, avergonzado por no haber resuelto cualquier asunto pendiente que tuviera contigo. Es el más claro ejemplo de la autocompasión del ser humano, sin duda, uno de sus deportes favoritos. Sobre todo en el caso de un suicida, que tiende a culpar a terceros de haberse visto obligado a cometer un acto tan terrible. Aunque sea para llamar la atención de quienes cree que no han hecho nada por ayudarle. Un acto que queda, inevitablemente, incompleto. Porque a no ser que seas un fantasma, y siempre he pensado que necesitar la existencia de vida después de la muerte no significa, ni de lejos, que exista, como suicida te vas a perder el desenlace. Y la única forma de hacer sentir tu pérdida a los asistentes es asegurarte, primero de que vayan a tu funeral, y segundo, dejándoles un mensaje. ¿Y qué mejor modo de hacerlo que escribirles una carta y obligar a alguien a que la lea el día de tus exequias? ¿Y si además de esa carta tramas un plan para que ciertos elegidos salden de algún modo las cuentas pendientes que crees que tienen contigo? A partir de ahí creé una trama a ritmo de thriller y todo fue sobre ruedas.

JH: Al protagonista, un ser oscuro, deprimente, infeliz, solo le pasan cosas malas. A lo de la carta del suicida se añade su fracaso matrimonial y laboral… ¿En realidad eres tan pesimista, o forma solo parte de tu imaginación y no de tu manera de ver la vida?
JLM: Lo que le ocurre a J.M., el protagonista de “El suicida impertinente”, es que cree que todo lo que le sucede es malo y que, obviamente, no le pasa nada bueno. Es una actitud ante la vida. Que se llama derrotismo. Y es otro de los deportes favoritos del ser humano. Derrotismo, victimismo, conformismo… Llámalo como quieras. Y a él se enfrentan todos los que tienen aspiraciones demasiado altas y caen en la frustración cuando no las alcanzan… o cuando consiguen alguna de ellas y descubren que nada es como imaginaron. Y esto es fruto de otro de esos “deportes”. La idealización. J.M. fue un idealista en su juventud que no sólo creía que alcanzaría el éxito, sino que además lo merecía. Y cuando es consciente que no lo va a conseguir, culpa a todos de su fracaso. Pero el fracaso es únicamente suyo, precisamente por no ser capaz de aceptarlo. Y eso es lo que le lleva a suicidarse y tramar semejante plan para castigar a quienes cree culpables. Quién tenga alguna vocación y no haya podido desarrollarla, o no haya sido recompensado como esperaba por llevarla a cabo, sabe de lo que hablo. Luego solo falta uno de esos ejercicios de arte dramático para averiguar qué tendría que sucederte para pensar y actuar igual. A partir de ahí, creas el personaje y la imaginación te lleva a los lugares más ocultos de tu mente y tu corazón. Y lo haces “real”. En este caso con una tragicomedia a ritmo de thriller donde es el suicida quién maneja los hilos y donde las víctimas no pueden defenderse de su verdugo porque está muerto.

JH: La verdad es que no te va nada mal. “El suicida impertinente” es tu cuarta novela publicada y después de trabajar con la desaparecida Factoría de Ideas, ahora vienes de la mano de Versátil, una editorial que está publicando títulos muy interesantes. ¿Cómo ves tu evolución como escritor a lo largo de estas novelas?
JLM: Hay que tener en cuenta que el orden en que se han publicado no es el mismo en que se escribieron. Muchas de ellas llevaban años esperando que alguna editorial les diese una oportunidad. De modo que si mi forma de escribir ha evolucionado no ha sido por el hecho de publicar. No así el perfeccionismo a la hora de corregir. Porque enfrentarte al hecho de que una editorial quiera publicar una novela que escribiste hace casi veinte años… es todo un desafío. Por muchas revisiones que hayas hecho en todo ese tiempo. Cuando sucede, es realmente el momento de la verdad… y las inseguridades. De pulir todas las aristas. De sacrificar la paja y sacarle brillo al oro. De escuchar a tus editores. Y aceptar que si te dicen que hay que cambiarle el título, quizá tengan razón. Pero también de no fiarte de nada, ni nadie. De revisar con lupa las correcciones que te hagan, porque puede ocurrirte que tengas que corregirles a ellos. Así que debes estar muy seguro de cada paso que das durante el proceso. No dejarte llevar por la euforia. Defender lo que para ti es imprescindible y eliminar lo accesorio. Porque tú tienes la última palabra. Y eso es como ser Spiderman. Un gran poder que exige una gran responsabilidad. Si sale bien es un éxito compartido con la editorial. Si sale mal… tú eres el único que va a pagar las consecuencias.

JH: Supongo que, al haber escrito esta novela, habrás ahondado en la psicología de alguien que se suicida. ¿Qué crees que puede pasar por la cabeza de alguien para tomar esa decisión?
JLM: De todo. Porque cada persona es un mundo y en España intentan quitarse la vida cerca de 80.000 personas al año. Y lo consiguen unas 4.000. Casi 15 diarias. Más del doble que el número de muertos en accidentes de tráfico. Pero en “El suicida impertinente” se habla de un tipo de suicida en particular cuyo número de muertes ha aumentado un 38% en los últimos años. Me refiero a los llamados baby boomers, personas entre 40 y 50 años que nacieron fruto del boom de natalidad en los 60 y los 70, aquellos Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados, también llamada Generación X, que masificó las universidades con la promesa, y equivocada creencia, de que tendríamos más éxito en la vida, mejores trabajos y más dinero que los padres que nos pagaron esos estudios. Según los especialistas, el motivo de este incremento está en la ruptura de esas creencias, en la equivocada certeza de que si teníamos una carrera universitaria íbamos a vivir como reyes. En cuanto al modo en que el protagonista de la novela decide quitarse la vida, primero se trata de un hombre. Y más del 75% de suicidas anuales en este país lo son. Esto se debe, siempre según los especialistas, a una cuestión meramente hormonal relacionada con la mayor impulsividad biológica del género masculino, razón por la cual también suelen elegir métodos inmediatos como el ahorcamiento o el salto al vacío, al contrario que las mujeres, que optan por otros más planificados como la ingesta de pastillas o cortarse las venas. Pero al ser el suicidio solo una parte de maquiavélico plan trazado por el protagonista, me pareció razonable que él también lo hiciera según esta última metodología, en la bañera y cortándose las suyas.

JH: ¿De quién fue la idea de hacer una portada tan inquietante?
JLM: De Eva Olaya, de la editorial Versátil. Y fruto de ese perfeccionismo que he mencionado antes. Hubo una primera y estupenda versión que me recordaba a los fabulosos diseños que hacía Saul Bass para los carteles de las películas, pero nos costaba dar con el elemento principal. Ya sabes, varias piezas formando el cadáver de “Anatomía de un asesinato”, la espiral de “Vértigo”, el auricular de un teléfono colgando en “El factor humano”… Y le planteé la posibilidad a Eva de hacer algo con las diminutas caras de J.M., el protagonista, que son un elemento muy importante en el desarrollo la novela. Comenzó a probar con ellas. Y éste es el resultado. Más cercano a la psicodelia de los 70. La década de los baby boomers. La década en que nació J.M. Y me parece, simplemente, brillante.

JH: Todos tus trabajos han generado buenas críticas. ¿Te da miedo lo que puedan decir de tu trabajo en las reseñas?
JLM: Miedo no. Pero sí que me despiertan curiosidad. A fin de cuentas se trata de alguien que ha leído tu novela y escribe sobre ella. Es increíble la cantidad de conclusiones que pueden llegar a sacar diferentes lectores de lo que has escrito. Pero son solo eso, opiniones. Y quienes las escriben tienen todo el derecho del mundo a decir lo que piensan de tu novela, igual que yo cuando leo un libro o veo una película. En cuanto al alcance que una de esas críticas puede tener, a sus repercusiones… es mejor no pensar en ello. Es el riesgo que corres cuando publicas: lo que has escrito estás al alcance de cualquiera. Para lo bueno y para lo malo.

JH: ¿Qué esperas de la literatura?
JLM: Como lector, que me siga sorprendiendo. Como escritor… Absolutamente nada. Sólo puedo decirte que mientras continúe escribiendo seguiré intentando publicar para que quien quiera pueda leer mis historias. Pero sin esperar nada a cambio. Ni continuar publicando, ni tener un exitazo, ni llegar a vivir algún día de esto. Eso es para los idealistas. Para quienes creen que se lo merecen. Y luego se llevan el bofetón. Como “El suicida impertinente”.

JH: ¿En qué trabajas ahora? ¿Futuras publicaciones?
JLM: Sigo escribiendo historias que me interesan y también tengo un par de novelas terminadas en la recámara. Una de ellas todo un cambio de género, porque es la historia de una relación “complicada” entre un hombre y una mujer, pero sin dejar de ser fiel a mí mismo. Porque el thriller no es el único vehículo para ser crudo y directo. Porque el Hyde que todos llevamos dentro tiene muchas formas de manifestarse. Por ejemplo, saboteando nuestros sentimientos. Y porque el amor también tiene muchas formas de expresarse. Sin necesidad de perversiones sexuales o crímenes pasionales para arruinarte la vida… o conseguir que seas coherente contigo mismo y te arriesgues a intentar disfrutar de la vida junto a la persona que quieres. Jugar con ese suspense y ese misterio puede ser tan emocionante como escribir una novela negra con todas las de la ley, te lo aseguro.

JH: Muchas gracias por la entrevista.
JLM: Gracias a ti. Todo un lujo formar parte de la familia de Ultratumba.

Tenéis toda la información sobre “El suicida impertinente” AQUÍ.

Texto: Javier Herce
Fotos cedidas por Juan Luis Marín

Author: Javier Herce

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