Ultratumba está de vuelta y qué manera de celebrar esta nueva etapa que hacerlo con la entrevista a una de las autoras más originales e interesantes que hay ahora mismo. Ella es Liss Evermore y todo lo que rodea a esta autora es un misterio. Escondida bajo una imagen de tentáculos, ha publicado innumerables relatos en publicaciones y antologías, así como tres obras en solitario, tituladas “Coleccionable de tragedias” (2017 La Termina), “Alcachofa-terror. La invasión de las hortalizas del espacio exterior” (2018 Wave Books) y “Terror a cuentagotas” (2020 Con Pluma Y Píxel).
Podéis leer la reseña que le hice a “Alcachofa-Terror” AQUÍ.
Sin duda tres obras muy diferentes entre sí. La primera es una colección de relatos, la segunda una novela al más puro estilo terror/pulp y la tercera un colección de microrrelatos con una maquetación y diseño que lo hace imprescindible en formato físico.
Para mí es un placer entrevistarla, ya que hacía tiempo que quería saber más, mucho más sobre ella desde que me hice con un ejemplar de su novela con nuestra editorial en común, Wave Books. Descubrí una autora diferente, que me traía a la mente una cantidad de material inspirador del que me he alimentado toda la vida y que podría considerarse como raro… pero, ¿qué es lo normal? Ella, desde luego, no, y yo me alegro por ello.
JAVIER HERCE: La primera pregunta es inevitable y seguro que todos se la hacen debido a todo ese misterio que te rodea. ¿Quién es Liss Evermore?
LISS EVERMORE: Liss es un misterio en sí misma. Entusiasta de la ghost storyy del horror cósmico, de los pases de películas antiguas, el verde musgo, lo habido y por haber en cuanto a la astronomía y sabe quién cuántas demencias más. Liss es una autora de estilos dispares, con peculiares historias en su tintero y otras tantas almacenadas en el desván. Liss es como cualquiera de vosotros, excepto por su sombra alargada y los tentáculos bajo la ropa.
JH: Tus historias tienen un aire poco contemporáneo, que recuerdan a las películas americanas antiguas, tipo El ataque de los tomates asesinos, o Bad Taste, lo que te da un aspecto de escritora diferente y con ganas de descubrir e investigar. ¿De dónde has alimentado toda esa inspiración para desarrollar tu escritura?
LE: ¡Ah, lo contemporáneo! La nuestra es una relación sin futuro, señor Herce. Si pudiese escoger qué ser en la próxima vida, sería sin duda un Plymouth Fury del ’58. Pero… verá usted: fueron todas esas suspenstorias de cadáveres andantes y momias resucitadas, las que inspiraron mi hábito de escritora. Los cómics de la EC, la literatura pulp, los seriales televisivos… Ciertamente, el terror es para mí una de las más disfrutables cualidades de la vida; y cuando se trata de terror con textura antigua, los niveles de mi saco de tinta se disparan.
JH: Una de las novelas más originales que se han publicado en los últimos años es “Alcachofa terror”. El título es suficiente para querer leerla. Wave Books apostó por esta obra y le salió bien. ¿Tenías la sensación de estar escribiendo una película?
LE: ¡Chipirones encebollados! Una gentileza muy comprometida, si me lo permite. Gracias. Los chicos de Wave Books se interesaron en cuanto les propuse el manuscrito. Alcachofa-terror. La invasión de las hortalizas del espacio exterior. Presumo que el título hizo su parte. El hecho de que apostaran por la obra sin conocerme supuso una alegría instantánea. Días antes había incluido la editorial en mi carpeta “Editoriales chulis a las que sobornar”.
Desde el principio traté de que Alcachofa-terror fuese una novela gamberra, divertida y muy visual. Con secuencias, planos, narrador en off, canciones, créditos e incluso descanso para el cambio de bobina. En cuanto a eso, le aseguro que escribirla se asemejó a dirigir una película de serie B, y, según sus lectores, leerla es como acudir al cine con un buen cubo de palomitas.
JH: “Alcachofa Terror” es ingeniosa, irónica, rural y muy americana. ¿Eso te define, o solo forma parte de lo que escribes?
LE: Ésa es una pregunta interesante. Todo cuanto escribo me identifica. Para ser precisa, no únicamente lo que escribo, sino también la forma en la que lo hago. Mi estilo es muy personal, ¿sabe? Una marca de la casa. Si bien los temas que trato dicen mucho de mí misma, el modo de plasmarlos en el papel no dice menos. En mis obras hay ciertos elementos y prácticas que, pese a la diversidad de géneros, siempre están servidos.
El secreto para crear un buen libro es saborear cada detalle como si te fuese la vida en ello. Escribir es como subir a la buhardilla y desatar al excursionista adecuado: unas veces te apetece chino para cenar; otras, prefieres mexicano. Es cuestión de seguir tu instinto.
JH: La novela tiene un aire a cine de serie B de los años cincuenta. ¿Ha tenido algo que ver con esta novela ese tipo de cine, o Ed Wood?
LE: En el caso de Alcachofa-terror todo se trata de cine. El experimento consistía en elaborar un híbrido monstruoso. Fascinada por la serie B de los ’50 y por el grindhouse de los ’70, mezclé en la picadora algunos retazos sanguinolentos del primero (como bien ha insinuado usted) y otros pocos del segundo. Mi finalidad era escribir una novela que homenajeara y reviviera el espíritu de la explotación; en blanco y negro, con litros de sangre falsa y efectos en tres dimensiones. “¡Vive!”, grité. Y vivió.
JH: Tu última obra publicada, “Terror a cuentagotas” llama la atención, antes de leerla, por el atrayente diseño y maquetación. ¿De quién ha sido obra?
LE: Confieso que el diseño y la maquetación corren a cargo de una servidora. Mas antes de desarrollar mi respuesta quisiera detenerme en la escalofriante ilustración de la portada, creada por la artista María Celma. Diríase que, como por arte de magia, pareciera haber atrapado de una manera absoluta la esencia del libro. Es de locos.
Terror a cuentagotas no podría existir sin dicha maquetación. Celebro que haya reparado en ella. Esta antología es una suerte de oda a las funciones de teatro del Grand guignol (ciertos espectáculos sangrientos que se representaban en el París de 1900). Se trata de un compendio de salvajadas, de humor negro, de crueldades y atrocidades. Lo que contiene en su interior no son sino microfunciones teatrales y, como tal, necesitaban un escenario adecuado; un escenario… real. Pero como diría Montag El Magnífico: “¿Están seguros de saber lo que es la realidad? ¿Cómo saben que no están en sus camas, soñando que están aquí, en este teatro?”
JH: “Terror a cuentagotas” es una colección de microrrelatos tan ingeniosos, que solo una mente retorcida y brillante puede ser capaz de escribirlos. ¿Qué comentarios te han llegado?
LE: Agradezco sus cumplidos. Cierto es que se trata de un género arduo, el del microrrelato. Escribirlo requiere buena dosis de perspicacia y no menos de agilidad. Ha de exprimirse la esencia de una historia, para a continuación comprimirla en unas líneas. Es un juego de espacios reducidos, si se quiere, y tratarlo suele producir claustrofobia. Sin embargo gusto de considerar su práctica un pasatiempo tremendamente satisfactorio. ¿Sabe que escribir un microrrelato cada mañana refuerza los intestinos ante dolencias digestivas y otros males de semejante parecer?
En cuanto a los comentarios de los lectores, puedo decir que están apreciando la originalidad del formato y del estilo de una manera asombrosa. Ya en mi anterior compilación, Coleccionable de tragedias, se hablaba de “frescura en el panorama de la literatura de terror nacional”; lo que supone una satisfacción doble, considerando que el microrrelato es prácticamente un desconocido entre los asiduos al terror.
JH: ¿Cómo se te ocurrió escribir algo así?
LE: ¡Oh, no! ¡No fui yo! ¡Créame; le aseguro que fueron las voces de mi cabeza! ¡No me electrocute más, por favor!
Mi pasión por el microrrelato floreció en cierto taller de escritura creativa impartido por el autor Ginés J. Vera; un tipo ingenioso, que poco tardó en llamar mi atención sobre la materia, cuya existencia por aquel entonces me era del todo desconocida. El microrrelato, según aprendí, puede llegar a ser tan macro como un relato e incluso más. Todo depende de cómo se lea. Mi primer microrrelato lo escribí en dicho taller, bajo la mirada de Ginés, que, de algún modo, me inspiró para ello. Seda, se titulaba, y decía así: “Por un orificio de la suave envoltura que me aprisionaba, vi seis reflejos de mí mismo en los ojos de la araña… al tiempo que los míos se cerraban”.
JH: La obra está dividida en cinco partes diferenciadas. ¿Escribiste los microrrelatos pensando en esta recopilación?
LE: Así es. Tras el lanzamiento de Coleccionable de tragedias tenía clara mi intención de publicar un segundo volumen de microrrelatos. Es un tipo de narración tremendamente divertido de escribir. Además, su buena acogida no hizo más que animarme a ello; por lo que me puse tentáculos a la obra. La idea para Terror a cuentagotas era subir el listón; quería explorar géneros diferentes, incorporar elementos nuevos y crear una estructura mejorada. Cada una de las cinco partes está presentada al más puro estilo de Historias de la cripta y contiene una maquetación propia. Pero he de decir que no fueron premeditadas: tomaron forma por sí solas a medida que inventaba las historias. Ahí está lo interesante de improvisar un libro: ni yo misma sé lo que va a suceder; es toda una sorpresa.
JH: Has colaborado en una inmensidad de antologías y publicaciones con tus relatos y de tus tres obras publicadas, solo una es novela. ¿Te sientes más cómoda con el relato?
LE: En realidad depende más del contenido que de la comodidad. Con ambas modalidades me siento como octópoda en el agua y si escojo una u otra se debe a las necesidades de la propia historia. Es en ella donde radica toda prioridad, pues tiene vida e inteligencia. Es ella quien me guía; quien solicita la extensión adecuada, el vocabulario a utilizar o la cantidad de personajes a los que debo asesinar.
JH: Supongo que tendrás varias obras inéditas sin publicar.
LE: En efecto. Diversas novelas aguardan en mi sótano a ser desempolvadas. Si me lo permite, redactaré aquí un breve ritual cósmico a fin de atraer la buena dicha para ellas. “Ia! Ia! ¡Editoriales que yacéis en el abismo eterno! ¡Yo os invoco! Jroña que jroña! ¡Venid a mí!
JH: Qué significa la escritura para Liss Evermore?
LE: “La tinta es la vida”. Escribir supone una de las facetas más excitantes. Es un refugio cuando los mares están revueltos; un bálsamo, cuando el día es demasiado oscuro; o esa amiga que se queda a dormir en tu casa cuando la fiesta ha concluido. Piénselo así: la hoja en blanco siempre está ahí, pase lo que pase, aguardando a ser escrita.
JH: ¿Qué va a ser lo siguiente?
LE: Es un absoluto misterio. Actualmente estoy trabajando en la próxima novela, con la que prometo no dejar indiferentes a mis seguidores, y, por otra parte, compagino la escritura ofreciendo servicios de corrección a autores y editoriales.
JH: Muchísimas gracias por la entrevista.
LE: A usted, señor Herce, por concederme parte de su tiempo. Espero que el regreso a la superficie sea soportable. Si se pierde, siempre puede regresar al palacio marino de Liss y cenar conmigo. Hoy comeremos entrevistador. ¿Le gustan los entrevistadores? ¡Pues claro! ¿Cómo no le van a gustar? ¡A todo el mundo le gustan los entrevistadores! Y las napolitanas de chocolate.
Texto: Javier Herce
Fotografías cedidas por Liss Evermore.