Otra vez siete de septiembre, y van… Este año mi cumpleaños va a ser una celebración de la vida. Hoy no va a ser un cumpleaños más, porque para mí será como el primero después de esta segunda oportunidad que me acaban de dar, y que me acabo de ganar, para seguir viviendo.
Los años, la calma y la serenidad me hacen verlo todo de otra forma. Ya no doy saltos de alegría por cumplir años, pero sí que celebro en mi interior seguir soñando y seguir teniendo ganas de vivir.
La vida me ha reseteado la mente y el cuerpo. Ya no soy el mismo ni por dentro ni por fuera. Es como si todo esto de alguna manera tuviera que haber ocurrido para volver a empezar. Me miro en el espejo y no me puedo creer lo que he cambiado después de pasar por una traqueotomía, de la que sigo recuperándome. Jamás habría imaginado que me convertiría físicamente en alguien que me recuerda a cuando tenía veinticinco años, pero mejor, una mejor versión de mí mismo, rejuvenecido y más maduro.
Además, después de todo lo que me ha pasado este verano, con mi cicatriz en el cuello que me recuerda la fuerza que he demostrado tener y con la que he de seguir adelante, he decidido una cosa, y es que voy a ser eternamente joven.