Ayer tuve una jornada intensa en el estudio de grabación. No porque fuera difícil ni porque fuese larga, pero tengo que reconocer que estuve a punto de desmayarme, y jamás en mi vida me he desmayado.
Tocaba grabar la nueva versión de No Me Quiero Ir De Aquí y decidí que para ello iba a subir la canción medio todo, ya que siempre había pensado que la original me pillaba un poco baja. Total, medio tono no es mucho, aunque si la canción es aguda, sí que hay mucha diferencia. No Me Quiero Ir De Aquí tiene un tono medio alto, por lo que acepta subirla ese medio tono.
También reconozco que no iba muy animado. Estos días estoy un poco de bajón por un tema literario del que no me apetece mucho escribir. Resumiendo, me han aceptado un nuevo manuscrito y esta vez he sido yo el que ha dicho que no. Creo que es la primera vez que le digo que no a una editorial, y más aún a un sello grande…
La cosa iba muy bien. Probando la canción y calentando, la cantaba del tirón sin problemas, incluidos los agudos, por lo que pintaba bien. Es más, toda la primera parte de la canción está grabada en una toma (quitando un par de frases), pero al llegar a la última parte, cuando la canción sube un tono entero (sumado al medio que le subí a la canción entera) la cosa cambiaba mucho, no por los agudos, que los hago sin problema, sino por la intensidad, porque tiene muchas notas mantenidas y frases largas. ¿Qué pasa? Que si hay que repetir tomas, te empiezas a cargar y… a marear. Me he mareado otras veces grabando al repetir tomas que son intensas. No es lo mismo cantar una canción sin mas, que estar una hora repitiendo tomas.
En las notas finales sentía que se me iba la cabeza, e incluso tuve que agacharme para no caerme al suelo. Hubo una vez que pensaba que me desplomaba. Eso ocurre cuando no dejas descansar a los pulmones ni a las cuerdas vocales. Al final te mareas, se te va la cabeza, se te nubla va vista y se te bloquean las cuerdas.
Cantar no es, ni mucho menos, tan fácil como pueda pensar la gente.
Al acabar, estaba agotado y casi no podía hablar. Lo habíamos hecho en una hora, que está muy bien. Al principio necesitaba hora y media, dos o, incluso, dos días para hacer una canción. Ahora soy capaz de grabar canciones en una hora, contando el tiempo de calentamiento, repetición de tomas, escuchar lo grabado… Y eso está muy, muy bien. Aun así, la intensidad de la canción me había dejado agotado.
Lo mejor es que lo grabado sonaba muy bien y estoy convencido de que la canción va a ganar muchísimo con esta nueva versión. Ya solo quedan dos para acabar esta revisión de mi primer álbum, Puedo Cantar.