Recuerdos de una gran feria

Al final, lo que parecía que iba a ser un desastre, terminó no siéndolo. Ha sido un fin de semana de feria, ya que los tres días, desde el viernes, fui a la Feria del Libro de Madrid, en el Retiro.

Contra todo pronóstico, el viernes no llovió y a las doce estaba en el Retiro preparado para volver a la feria después de tres años.

Este año, debido al aforo controlado, la feria se había reducido en espacio (todas las editoriales y librerías tenían casetas de un solo módulo) y estaba cerrado, con puertas de entrada y salida a ambos lados, con contadores de personas y vigilancia. Los autores no teníamos que hacer fila, y menos mal, porque se hablaba de colas de hasta dos horas de espera, por lo que no había ido a la feria hasta ese día. Puede que fuera por la hora, o más bien por la amenaza de la lluvia, pero no había cola y pude entrar con el resto de la gente.

Me di una pequeña vuelta para ver alguna caseta antes de ir a la doscientos ochenta y ocho, donde me esperaba Rubén con su editorial Nowevolution, este año compartiendo espacio con Palabras de Agua.

Iban a ser dos horas firmando las tres novelas que me ha publicado la editorial, en especial la última, “Todo lo que quise decirte y no pude” y, la verdad, es que estuve desbordado positivamente. Nada más llegar, sin haber sacado el boli, ya firmé uno y, diez minutos después, una mujer se llevo las tres novelas. Así fue pasando el tiempo, con poca afluencia de gente debido a la amenaza de lluvia, pero yo iba firmando ante unas personas entregadas, abiertas y empáticas que, sin conocerme la mayoría, se acercaban y se interesaban por mi trabajo. Me sentí realmente bien y la firma fue genial. Fue una pena, ya que si hubiera habido la gente de otros días, habría ido incluso mejor, pero no me puedo quejar en absoluto, porque disfruté muchísimo. Todo hay que decirlo, Rubén es todo un vendedor y especialista en captar gente que pasaba por delante de la caseta.

Salí de allí muy contento, aunque con esa sensación agridulce de ver la feria con poca gente, cundo me decían que otros días era impresionante e, incluso, que un día la fila para entrar llegaba hasta la Puerta de Alcalá. Demasiado contento por no haber tenido lluvia y no se hubiera suspendido porque, nada más llegar a casa, a las tres de la tarde, cayó una cantidad de agua impresionante.

También me llevé de allí buenas noticias, hablando con Rubén de la próxima novela que me va a sacar, que va a salir, si todo va bien, antes de lo que me esperaba. También recibí la visita de David Maldonado, al que no veía hacía mucho tiempo, y de Juanjo, el chico al que fotografié para la portada de la novela, que fue reconocido por varias personas que miraban y comparaban el libro. También me llevé de sorpresa una lectora logroñesa, que estaba pasando allí unos días con su marido e hijas, ya que en Logroño era San Mateo.

Muy bien el primer día, la verdad. Estaba contento porque, aunque la afluencia fue regular, la firma fue muy bien y he descubierto un cambio de tendencia en los lectores y en el interés de la gente en las firmas muy grande, ya que firmo hasta cinco veces más de lo que lo hacía antes de la pandemia y es debido a dos cosas: la primera el tema de las novelas, mucho más accesible que el terror o las novelas lgtb, aunque si ahora publicase lgtb también se vendería bien, porque ya no hay el rechazo que ese género provocaba en la gente hace diez años, cuando publicaba con Odisea; la segunda es Rubén, un vendedor auténtico.

El día siguiente pintaba mejor aún. No había amenaza de lluvia y, siendo sábado por la tarde del último fin de semana de feria, habría mucha gente. Si el día anterior, con poca afluencia, fue una buena firma, entendía que este tenía que ser mucho mejor.

Rubén me pidió que fuera una hora antes, para aprovechar mejor el tiempo y, aunque la firma estaba anunciada a las cinco, allí me fui a las cuatro, entrando sin fila, debido a que a esa hora mucha gente estaba comiendo. Un poco más tarde la fila era de unos cuantos cientos de metros, con colas de hasta dos horas para entrar. Que se lo digan al wiccano…

En contra de lo que pensaba, con muchísima más gente y hablando sin parar con todo el mundo, la firma fue peor que el día anterior. Si es que nunca se sabe cómo van a ir las cosas. Supongo que el tipo de personas era diferente y mis lectores potenciales abundaban el viernes y no el sábado por la tarde, cuando muchos salían solo a pasear (digo yo que tragarse una fila de más de una hora solo para pasear es demasiado, pero cada uno en este mundo es libre de hacer lo que quiera). A ver, no es que fuera un fracaso, sino que al final me quedé hasta las ocho, con lo que estuve cuatro horas y firmé la mitad que el viernes en dos horas. Aun así, la firma fue bien, porque firmé el doble de lo que solía hacerlo antes de este paréntesis de tres años, con lo que tenía que irme contento, solo que, claro, desde la pasada firma en Alcobendas, ya me estaba poniendo unos objetivos que no siempre se tienen que cumplir, porque en ferias no firmas a tus lectores, sino que tienes que captar a los que pasan por delante. De tus lectores, solo van a verte unos pocos, a veces ninguno. En las ferias lo que haces es ganar nuevos lectores.

Sí que recibí la visita de otro David, esta vez Redondo, que llegó para hacerse con “Todo lo que quise decirte y no pude” y además trajo sus ejemplares de “Piensa en mañana” y de “La venganza del vampiro” para que se los firmara. La verdad es que me hizo mucha ilusión, porque ver a gente que se emociona con mi trabajo de la misma forma que lo hago yo, diciendo que se había escapado del trabajo para poder verme en la feria, a mí me emocionaba incluso más que a él.

Salí de allí agotado y un poco decaído, aunque sabía que debía estar contento, pero es que fueron cuatro horas maratonianas. Esto es así. De todas formas, el cómputo de los dos días fue muy bueno y podía considerar mi asistencia a la feria como un éxito.

El domingo por la mañana otra vez a la feria, pero esta vez no a firmar, sino a ver a Verónica Romero, porque el wiccano quería su ejemplar de la segunda edición de su libro “El valor que esconde tu sonrisa”, y ella iba a estar firmando a la una de la tarde.

Pensando en lo que iba a pasar, estábamos allí a las once y media, no fuera a ser que nos tuvieran más de una hora en la fila, pero al llegar, estaban dejando pasar a todo el mundo, supongo que porque las filas de los innumerables famosos que esa mañana firmaban, las hacían por fuera de la feria. 

Hacía un calor horroroso (aunque yo no me despegaba de mi chaqueta, mi capucha y, por supuesto, como siempre, de mi crema solar) y nos dimos una vuelta para ver las casetas, cosa que yo hasta entonces solo había hecho por encima. Ahí fue el momento de todas las ferias en el que me sentí un poco pequeño viendo a los famosos (que no siempre escritores) firmando ejemplares de sus libros con grandes colas de gente: Arturo Pérez-Reverte, Eduardo Mendoza, Sandra Barneda, Pablo Rivero, Íñigo Errejón… Todos con unas filas que yo nunca he tenido y no creo que vaya a tener en los próximos años. Al menos la cosa está mejorando mucho y ahora no es como antes, que ibas a la firma obsesionado con no quedarte a cero. Nos dio tiempo de ver la feria entera, yo me compré un libro de fantasmas y nos sentamos en frente de la doscientos dos, que era la de Bubok, donde firmaba Verónica. Justo allí había un árbol con un bordillo alrededor, aunque bajo, y daba la sombra por la caseta de Arturo Pérez-Reverte (que era una para él solo, con su atril y todo para firmar a la fila que salía de la feria y la bordeaba entera).

Eran más de la una cuando llegaba Verónica y nos levantamos. Estuvimos en la caseta hasta que salió, el wiccano tuvo su libro y varias fotos, fueron algunos fans y al acabar Verónica quería pasar por la caseta de Nowevolution para cogerse mi última novela. A mí me daba un poco de vergüenza, aunque estaba encantado, y fuimos para allí con ella, Ana, su marido e hijo y tres fans de Vero. La caseta estaba en el mismo lado un poco más adelante y al llegar estaba con Rubén firmando Betz Burton, a la que me apetecía conocer y a la que le pedí que me firmara su libro. Ella me pidió que le aconsejara uno de los míos y, claro, le aconsejé el último, que según lo que me dijo, era el que más le iba a gustar. También le di el cd de “La venganza del vampiro” de regalo. Les sorprendí con la visita de Verónica Romero y le firmé “Todo lo que quise decirte y no pude” así que, aunque ese día no me tocaba firmar, firmé algunos libros.

También le regalé a Verónica un ejemplar de mi cd Puedo Cantar. Salimos todos del Retiro y, mientras los demás se quedaban en un restaurante a comer, el wiccano y yo nos marchamos a descansar. Estábamos agotados.

Ha sido un fin de semana de feria y la verdad es que lo he disfrutado muchísimo, sintiéndome el escritor que llevo dentro por primera vez en mucho tiempo. Poco a poco voy sembrando y estoy deseando que las siguientes semillas den su fruto en próximas novelas publicadas.

No sé si voy por el buen camino o no, pero yo estoy caminando, que es lo importante.

Sigue soñando, Javier.

Author: Javier Herce