Esta mañana me ha pasado algo curioso. Estaba en el ordenador y me ha dado por mirar archivos de las canciones de mis dos primeros álbumes (que desde dos mil veintitrés no están disponibles en ninguna parte) para escuchar cómo sonaban, y ver la diferencia comparado con cómo sueno ahora. Hacía mucho que no oía esas canciones y la verdad es que en general me han parecido un espanto con tanto grito y mala colocación de la voz. Estaba aprendiendo y dejándome guiar por un profesor de canto que estaba obsesionado con que diera las notas más altas y pusiera voz de pato al cantar (porque decía que yo debería cantar Disney, ya mi voz era muy juvenil, lo que generó en mi voz esa constricción tan fea y típica de los dos primeros álbumes). Eso se ve reflejado en los dos primeros trabajos, con canciones buenas, pero un poco incómodos de escuchar. Algún coletazo se escucha en varias canciones del tercer álbum, La Más Bella Melodía, sobre todo en las que no fueron singles.
El caso es que, por curiosidad, he ido a escuchar las primeras versiones que grabé de Invítame A Volar y de Existe Un Lugar. Me ha sorprendido mucho escuchar la versión de dos mil diecisiete de Invítame A Volar con la producción de Láudano. Esa no es la versión que apareció en el álbum. Existen tres versiones diferentes de la canción. La primera maqueta que grabé a principios de dos mil diecisiete, la versión que hice con la producción de Láudano de ese mismo año y la que re-grabé con esa misma producción al año siguiente, que es la que sale en el álbum. Hay una cuarta versión de dos mil veintidós para el proyecto Puedo Cantar (Reworked), en el que re-grabé todas las canciones de ese álbum en MaintrackStudio y que jamás vio la luz, a excepción de Invítame a Volar y Puedo Cantar, que fueron caras B de dos ediciones diferentes del single Todos Los Días.
Lo curioso de lo que quiero escribir es lo que he sentido al escuchar esa versión temprana de Invítame A Volar. La grabamos a mediados de dos mil diecisiete y después de publicarla (y más tarde borrarla) fue cuando me dije que necesitaba clases de canto, que necesitaba sacar mi voz fuera después de tantos años sin cantar y que esa versión no me sonaba bien. Bueno, pues la escucho ahora y me gusta más que la versión que hicimos después para el álbum. La voz está menos forzada, más libre y suena incluso más bonita. La diferencia fueron las clases de canto. Me ayudaron mucho a sacar la voz, pero tuve un profesor que me quería llevar por un camino equivocado y el resultado fue ese, que los dos primeros álbumes suenan forzados, perdidos, gritados y no soy yo el que canta, sino una especie de dibujo animado con constricción. La obsesión era llegar a las notas más altas y como me hacía poner esa voz de pato Donald, el resultado es el que se escuchaba. Me sorprende mucho ahora decir que la versión original de la canción (la que deseché por estar mal cantada), es la mejor, la más fresca y la más emotiva.
Algo parecido pasa con Existe Un Lugar. Existe una versión original de dos mil diecisiete con el tono más bajo que la que fue en el álbum y que repetimos a principios de dos mil dieciocho con ese mismo primer tono, sin agudos, sin gritar, y que después deseché (aunque salió con su videoclip en cementerio protagonizado por el wiccano). Mi profesor de canto me aconsejó que la repitiera subiendo el tono y el resultado fue la que va en el primer álbum, que tiene unos tonos suicidas. ¿Llego? Sí. ¿Suena bien? No. Parecía que la obsesión era demostrar hasta qué nota podía llegar. Esa primera versión de Existe Un Lugar, aunque más sencilla, es más fresca, más auténtica.
Puede que uno de los motivos por los que mi voz empezó a volar sola fue que cuatro años después me cansé y dejé esas clases de canto que pensaba que no me beneficiaban. Después estuve con otro profesor unos meses y a finales de dos mil veintiuno lo dejé, cansado de que me quisieran llevar siempre por los caminos que ellos querían y no por el que necesitaba, y en este último caso por una falta de profesionalidad importante. A partir de dos mil veintidós mi voz empezó a volar sola y se nota mucho. Muchísimo. El resultado se empezó a ver en Todos Los Días, lo primero que grabé después de mi enfermedad.
Ambos profesores me enseñaron grandes lecciones. Conseguí sacar la voz y eliminar la constricción, pero había llegado el momento de dejar que mi voz cantara por sí sola, como lo hace ahora.
Hoy me pregunto, ¿Cómo habrían sonado esos dos primeros álbumes si jamás hubiera ido a clases de canto? ¿Habrían sonado mejor? Casi que me da miedo responder que sí, porque me gasté una pasta gansa en clases.