
Estos dos últimos meses han ocurrido tantas cosas, que no puedo evitar sentirme un poco desubicado. Como si todo formara parte de alguna extraña película o sueño y en cualquier momento me fuese a despertar y todo volviera a ser igual que antes de aquel treinta y uno de mayo que lo cambió todo y que hizo que vinieran una sucesión de acontecimientos inesperados y no siempre buenos.
Puede que todo esto fuera el preludio del cierre de un ciclo y la apertura de otro, porque ayer mismo sentí eso, que el círculo se cerraba y que todo volvía a empezar. Fue al materializarse mi cambio de destino laboral, que ha sido el último capítulo de esta historia surrealista que estoy viviendo.
Al salir del metro lo vi claro. Aún no había amanecido, pero miré al frente y supe que el círculo había llegado a su fin, todo había dado la vuelta y era el momento de que todo empezara de nuevo. Quince años después de venirme a vivir a Madrid (que se cumplen a finales de septiembre) vuelvo donde empecé. Allí tuve mi primer trabajo al llegar a esta ciudad y ahora empiezo una nueva etapa… justo en la acera de en frente. ¿Una señal? ¿Algo que me dice que todo ha sido un viaje, un aprendizaje, y que ya estoy preparado para seguir caminando y que empiecen a ocurrir cosas buenas? Espero que sí y que estos dos meses negros queden atrás, acabe de recuperarme, de superarlo, y el camino siga su rumbo, con mis sueños, mis inquietudes y mi vida.
Un círculo se cierra y otro se abre. Sigue caminando, Javier.